Empieza con el dicho que las confianzas, a veces, dan asquito.

Será por eso que las amistades no me han durado mucho, las verdaderas. Y que no me han gustado decir los motes de los conocidos en público. Sin el permiso de la persona citada exactamente.

A veces se ralla con el insulto, malos modos y educación. Esto último va muy en consonancia con el tipo de persona, con su educación anterior, con las compañías que frecuenta. El destino es muy variado, impredecible. Un pequeño giro puede cambiar todas las variables anteriores. Aunque lo marcado en el cerebro de pequeño es difícil de cambiar. Y de no recordar continuamente detalles concretos, los que más te han marcado. Con el tiempo se suele olvidar en parte.

Con unas semanas de “castigo-ausencia” del lugar de los hechos, se suele reparar la ofensa, el error del “sobrenombre” con tonadilla incluida en muchos casos. Es más difícil que desaparezca el cerebro que inventó el mote, aunque nada es eterno pero muchas veces desparece en un momento indefinido, como sin quererlo, pero ya no está en el lugar de los hechos.

Al final, todos esos sobrenombres caducan. Bien por parte del hacedor o del receptor, que no acuerde al lugar de los hechos. No hay porqué preocuparse de más.

 

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.