Al que le acuden en mente todo tipo de enfermedades, al compañero del que se bebe buenos vinos y cacharros en el ascensor, ha tenido un desliz de bolsillo, y nos ha invitado a un micro-
chupito de brebaje de frutos del bosque. ¡Algo inédito! Más me vale que no sepa que está publicado en la red de redes. Con lo raro que es, entra en bucle y no se le puede parar. Tiene pocas líneas de código pero su programa que siempre vuelve a empezar, a leer la primera línea. La cabeza se le resetea continuamente.
En el lugar de la foto no se le verá muy a menudo, hay que sacar la billetera, o la «Black card». Sitio donde las amigas se despiden con abrazo prolongado vestidas de largo y discretamente se ve el exterior. Mientras los derivados gipsys charlan de sus proezas y demás intercambios pecuniarios.
El día de hoy se ha marcado como aquel que «El arquitecto» sacó su tarjeta a pasear. ¿Quizás pase un año hasta que se vuelva a ver?
¡Que buenas imágenes para despistar al enemigo!
Solo con ver las caras del lugar y las de la zona del «amiguete» parece que esté en otro país, otra calle seguro, otro barrio también. Cuando bajas unas calles más se vuelve al mismo entorno del «amiguete» pero más de «fora España», ya no son «fills del poble», como decían los insignes guardianes de la ley y orden local en el pasaje de tiempo que se podían oír por medios portátiles. Ahora ya son todo «Top secret», la técnica avanza.
Y es que este país donde se puede abortar, cambiar de sexo, operarse el órgano, y no se puede comprar paracetamol de 1 gr es diferente, es «la ostia», hablando mal y pronto.
Así nos va. Y con 6 cadenas de TV y radio mintiendo, o no diciendo toda la verdad, solo la de una parte.
Me parece que voy a seguir haciendo el deber de vacaciones, y dejar de oír a los que viven del subsidio por edad y no por haber trabajado. Es la mesa de «un café para los 4 y paga el que saque la carta más alta» o el último en salir.
Ale, ya está todo.
Yayo